Érase una vez un niño llamado Pepe, bueno, Pepe ya no era tan niño. Esta mañana se despertó con el corazón palpitando con más revoluciones de lo normal, sabía, intuía que algo iba a ocurrir, era un presagio, un presentimiento, algo que llevaba mucho tiempo esperando y que no llegaba .Abrió su baúl de madera, cogió su carpeta verde y sacó una foto desgastada por el paso del tiempo... Su mente navegó por varias décadas en la historia y comenzó a recordar a sus compañeros de la infancia, ...un cúmulo de sensaciones ocuparon su mente,... llegaron como destellos, fogonazos, recuerdos ...Madrid, Cervantes, Murillo, Egipto, el Universo... y sobre todo una persona, una buena persona que le marcó para siempre.
Cuando Pepe cerró la puerta de la clase llegó el Conserje con una nota en la mano... una caligrafía que le sonaba familiar confirmaba su intuición... al fondo del pasillo estaba ella., La edad había cambiado su aspecto, pero su sonrisa permanecía inalterable por el tiempo. Se sintió como un niño cuando abraza a su madre después de mucho tiempo...
Por un momento recordó las palabras que sollozando le dijo a su padre un día, cuando tan sólo tenía cinco años... Papá ….yo no quiero que se vaya. - No se va a ir Pepe, siempre estará ahí contigo, con tus compañeros, en tus recuerdos... Afirmando y otorgando la razón a su padre, la miró con una sonrisa y le dijo: “No tengo palabras para agradecerte todo lo que me enseñaste, y no sólo me refiero a leer y a escribir sino a valores como la amistad, el amor, el respeto...que me ayudaron a ser más persona. Gracias por formar parte de mi vida, de mi infancia. Gracias Profe.” Y se fundieron en un abrazo de eterna amistad.